Decidle al viento...

Decidle al viento que silbe su tonada,
esa que acaba de aprender,
que levante a la piedras, su alborada,
y las vista de luz el amanecer.
Despertar, paredes de caliza,
desperezaros, vigas de madera,
ventanales y galerías de antaño,
rojas tejas de arcilla y barro,
aleros tallados de filigranas.
Caminos antiguos, enseñadnos
de dónde venís, tan cegados
de soledades.
Hora es de que se vuelva rojo el llar,
y chirríen en él, el roble y el haya.
Que se escuche la xácara de los niños,
tal y como se sintió en aquel otro tiempo.
Que no reviente tu güerta de yerba verde,
que el orégano impregne las cocinas,
y la hortelana te vuelva a besar.
Que tus pies sean lláganas
que soporten tu cuerpo.
Y que este verano cálido, y perezoso,
se quede con nosotros, para siempre,
y se contagie como una epidemia del alma.