¡Que nieve, que nieve...!

Este año no nieva. 
Algo extraño está pasando hay arriba,
porque estamos en Enero, 
y ni rastro de la nieve. 
Necesitamos un cambio de color en esta ciudad.
Que se cubra de segundos plácidos y fríos,
que haya blanca excusa para todo lo imperfecto.
Quizás no nieve, por cumpla de la crisis.
A lo mejor el gobierno ha prohibido este tipo de fenómenos,
porque inciden negativamente en nuestra productividad.
Puede que ahora mismo, se esté debatiendo este tema, 
en un consejo de ministros extraordinario.
Tal vez sea, que nuestro vómito, pudre ya la tierra,
y que ya no la quedan ni lágrimas para llorar.

El fantasma de la Navidad...

Algún año de estos, deberíamos devolver 
la Navidad a su verdadero propietario.  
Enviarla -sin abrir- en su envoltorio,
de colores llamativos y campañillas confitadas. 
Y no me refiero a remitirsela a Dios, ni a Jehová, 
ni siquiera a Papa Noel o a Santa Claus. 
Hace ya tiempo que perdieron el control... 
Habría q devolvérsela a las multinacionales:
"Por favor guarden esto en el almacén mas oculto, 
en el lugar mas recóndito... 
O mejor aún, destrúyanlo.
¿Acaso no saben el daño que puede causar, 
en el alma inocente de un niño...?"

Deprisa...

Es moderno, y casi obligatorio, 
que hasta la cosas más insignificantes, 
hasta la tareas más intrascendentes, 
deban hacerse a "toda prisa". 
Incluso, atormentadamente, y con cierta desesperación. 
Si no, pareciera que fuesen algo vulgar y desfasado. 
Es un vértigo extraño, metálico, y afilado, 
que oprime la boca del estomago, como un eco 
sordo, que quiere salir, expandirse, explotar.

En este preciso momento somos tan sólo un pedazo de materia,
insignificante.
¿Para qué corremos tanto?.