Occidente

Bate la mar el cantil.
Bate la mar el cantil.
Otra vez bate...
Y otra...
Sólo eso hay allí.
Digestión de la piedra.
Viento que silba y grita
despeinando el brezo pelirrojo.
Substancial devenir
de golpe y resistencia,
de acrílico azul
enjaulado en su compas
de dos por cuatro.
Voy y vengo.
¡Cuidado que voy!
¡Todo esto lo he hecho yo!
Desde el principio
del tiempo.

Primavera

Que la primavera reverdezca la ciudad.
Que reivindique el pajarillo, su arbolito,
arrebatado por las cucarachas de cuatro tiempos.
Que sea un clamor, su profético cantar,
y que su himno sea tambien el nuestro.
Que los rayos del sol incidan con un ángulo tal,
que iluminen todo lo oscuro de los corazones.
Que todo lo negro y contaminado se desintegre.
Que pase un río por delante de tu casa,
con agua clara de caliza y de genciana.
Que crezca un hayedo de repente, y se extienda
parasitando todo el asfalto, como un muérdago mágico.
Que invada los ayuntamientos, y los ambulatorios,
y las juntas vecinales...
Y en sus ramas que canten los pinzones.
Y que todo lo pequeño pueda florecer.