Aquella música...

Provenía, aquella música, del envés de las hojas,
del tintineo alegre de la lluvia de ayer,
de la futura ocurrencia de los dedos, la boca y el alma.
De los bosques que están adentro, escondidos en la ciudad,
de las sonrisas de nuestros hijos y nuestros padres.
¡Yo que sé de dónde venía..., ni adónde iba...!
Se acercaba, ya medio tocada por otros, pero sin un título,
sin ritmo ni tonalidad. Sin ser de nadie, pero siendo de todos.
Naciendo y muriendo en un mismo instante,
cantada y llorada  en el mismo compás
por una plañidera que se ríe a carcajadas.