Con olas de espigas de los trigos blancos,
el viento se baña entre los campos.
Se hunde y emerge, y le grita al cielo,
baila con la lluvia con furia y deseo.
Así van marcando, siempre muy juntos
los pasos de un tango que moja los surcos.
El hombre se para, y se detiene el carro,
los bueyes exhalan su aliento cansado.
Con prisa en el alma y las manos mojadas,
desyunta a "las bestias" y las mete en la cuadra.
Se seca la ropa y se quema en la lumbre,
espera la lluvia que todo lo cubre.